Con el pie derecho
Rodrigo Aravena González Economista Jefe Banco de Chile
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Rodrigo Aravena
Hace tiempo que no escribía con un tono tan positivo como el de hoy. Y no precisamente porque haya sido un pesimista ni mucho menos, sino más bien porque el escenario no daba cabida a un tono distinto. Hoy, afortunadamente, podemos decir que la situación es diferente. La economía chilena partió “con el pie derecho”, por varias razones.
Desde el lado de los datos más duros, las cifras han evidenciado una aceleración irrefutable en el PIB. Luego de crecer apenas un 1,7% los últimos cuatro años, la actividad se expandiría alrededor de un 4,0% el primer trimestre, con una velocidad en el margen superior al potencial. Pero más allá del promedio, es destacable la sincronización sectorial que ha caracterizado este ciclo, donde el mayor dinamismo no es explicado por un sector en particular (como lo fue la minería años atrás), sino más bien por mejoras transversales en prácticamente todas las áreas. En otras palabras, esta recuperación tiene riesgos de caídas significativamente menores de lo que serían en caso de que éste estuviera concentrado en uno o dos sectores. Adicionalmente, hemos presenciado una fuerte recuperación de las expectativas en el sector privado. Luego de cuatro años de estar persistentemente en zona pesimista, los ánimos tanto de los consumidores como de los empresarios han retomado los mayores valores desde comienzos de 2014. Incluso podemos ir más allá, y destacar que el subíndice de los consumidores que mide las perspectivas para los próximos 5 años ha sido aún más destacable.
Pero quizás las razones más sólidas que justifican este optimismo provienen del mercado laboral, ya que los empleos asalariados han vuelto a crecer por sobre los de cuenta propia, lo cual reflejaría que por fin la economía no sólo estaría creando más puestos de trabajo, sino que además serían de mejor calidad. Ello, ya que este tipo de empleos está asociado con más horas trabajadas, mejores ingresos promedios y seguridad social. De continuar esta tendencia, habría aún más razones para esperar una recuperación autosostenida que requiere de menos apoyo de la política fiscal, como fue la tónica durante los últimos años.
Pero este optimismo no puede llevarnos a ser autocomplacientes y conformarnos con estas señales de recuperación más sólidas que los llamados “brotes verdes” que vimos en el pasado. Al final del día, debemos detenernos por un segundo y preguntarnos qué tan justificado es el optimismo que planteo en esta columna. Si bien hay razones para entender este nuevo estado de ánimo (al menos más que un par de años atrás), debemos ser especialmente cautos con dos temas. Uno de ellos es que este ciclo coincide con la mejora importante en las condiciones globales. Es importante considerar esto ya que factores como la existencia de un eventual pleno empleo en EEUU, o bien la materialización de algunos riesgos políticos en la región (elecciones presidenciales en México y Brasil, por citar algunos) podrían empañar el escenario global. Así, una de las preguntas a despejar en el futuro es qué tan acoplado es este dinamismo local a la mejora experimentada en el resto del mundo.
Otra interrogante está relacionada con la capacidad que tendrá el país para crecer con un menor impulso proveniente del gobierno. Me resulta difícil pensar en una extensión del impulso fiscal luego del aumento significativo de la deuda los últimos años, el downgrade en la clasificación crediticia de la deuda soberana y el incremento del déficit estructural hacia un 2,0% del PIB, entre otros factores. Claramente estos elementos dejan en evidencia la necesidad de ajustar el impulso de la política fiscal, lo cual hace aún más necesaria la contribución proveniente del sector privado.
Pero más allá de estos riesgos, creo que debemos quedarnos con la cantidad robusta de señales positivas, que hace mucho tiempo no veíamos. Esto, junto a la posibilidad de que se discutan elementos que podrían ser claves en el crecimiento, como las potenciales simplificaciones al sistema tributario y mejoras al sistema laboral, entre otros, podría dar aún más bases para un crecimiento sostenido. Mientras tanto, si algo podemos decir con mucha seguridad, es que tenemos que cuidar el crecimiento más que nunca.